EL FUTURO DEL TRABAJO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.
¿CÓMO AVANZAR HACIA PENSIONES SOSTENIBLES PARA SOCIEDADES MÁS LONGEVAS?
Parte 1. Introducción
De acuerdo con proyecciones de población de las Naciones Unidas, América Latina y el Caribe dejará de ser “joven” hacia mediados de la década de 2050 y convergerá a un escenario de bajas tasas de natalidad y creciente longevidad, lo cual podría poner en jaque a los sistemas de pensiones de la región.
Es necesario que se implementen reformas a la brevedad, ya que de no ser así el aumento en la longevidad alterará el balance entre la capacidad de los países de ofrecer pensiones dignas para toda la población y la posibilidad de mantener esa capacidad en el tiempo. Ya que, en algunos casos, las pensiones podrían caer hasta la mitad de sus niveles actuales, mismos que ya son insuficientes, o bien las tasas de contribución tendrían que aumentar a niveles que dificultarían la creación de empleo formal.
El cambio demográfico es una realidad que está sucediendo en paralelo con otras tendencias que también impactan a los sistemas de pensiones. Entre las que destacan: la transformación digital; la naturaleza cambiante de los mercados de trabajo, y la economía de las plataformas; el cambio climático; los menores rendimientos que se proyectan de las inversiones que financian muchos de los sistemas de pensiones en el largo plazo; y las tasas de crecimiento de la producción potencialmente deprimidas como resultado de un menor crecimiento poblacional.
Si bien las tendencias anteriormente mencionadas plantean desafíos para los sistemas de pensiones, también representan oportunidades. Un ejemplo de ello es la tecnología, que crea oportunidades para identificar e incorporar a colectivos tradicionalmente desvinculados del sistema de pensiones. Además, puede aumentar la capacidad operativa de las instituciones de pensiones a través de la automatización de procesos, simplificación de trámites, fiscalización más eficiente, reducción de fraude y mejora de servicios a los usuarios.
Es necesario tener en cuenta, que los avances tecnológicos también plantean cambios de paradigmas. Por ejemplo, la posibilidad de encontrar fuentes alternas de financiamiento para las pensiones no condicionadas a la adherencia a un contrato laboral en el sector formal; así como la masificación de instrumentos financieros innovativos para ahorrar en la etapa laboral y obtener ingresos vitalicios en la jubilación. En el mismo sentido, el sector de las pensiones tiene el desafío de administrar efectivamente los riesgos que supone el cambio climático sobre los ahorros para el retiro.
Para construir un futuro próspero e inclusivo de las pensiones en la región, se plantean dos grandes recomendaciones. En primer lugar, redefinir el concepto de jubilación para convertir el envejecimiento en una oportunidad. Y, en segundo lugar, abordar con sentido de urgencia el impacto del envejecimiento y de las otras grandes tendencias que enfrentarán los sistemas de pensiones de cara a 2050. Los ajustes no pueden aplazarse: mientras más demoren las reformas, mayor será la factura que tendrán que pagar las generaciones futuras.
El proceso de envejecimiento de América Latina y el Caribe será acelerado en las siguientes décadas. En 2022, la región se consideraba “adulta joven” porque el grupo etario entre 20 y 39 años tenía un peso relativamente mayor respecto al resto de los grupos etarios en la pirámide poblacional. Para 2045, el grupo etario ente 40 y 59 años pesará más que el resto, por lo que la región pasará a ser “adulta”. Y una década más tarde, en 2055, la región será considerada “envejecida” debido a que la proporción de personas mayores a 60 será la de mayor peso en la población total.
Actualmente, los países de la región se encuentran en momentos distintos de su transición demográfica, siendo esta más avanzada en Sudamérica y menos en Centroamérica y el Caribe. Sin embargo, los datos de fecundidad y expectativa de vida proyectan que hacia 2050 los países convergerán hacia un escenario demográfico homogéneo.
En 2050, la estructura poblacional de la región ya no tendrá forma de pirámide sino de cilindro, reflejando una etapa avanzada en la transición demográfica. Más aún, alrededor de 2060 la tasa de fecundidad no será suficiente para mantener un crecimiento de la población sostenido; por loque el motor de cambio en la pirámide demográfica será la longevidad. Escenario que Japón está viviendo desde inicios de este siglo. El Reporte de envejecimiento de la Comisión Europea de 2021, asume un ligero aumento en la tasa de fecundidad desde 1,5 hijos vivos por mujer en 2020 a 1,6 en 2040 y 1,7 en 2070.
Las sociedades latinoamericanas y caribeñas son cada vez más longevas y los datos indican que esto viene acompañado por mejoras en la calidad de vida. En efecto, el indicador de esperanza de vida ajustado por la capacidad de vivir en un estado de buena salud a los 60 años, calculado por la OMS, muestra que la posibilidad de vivir en buenas condiciones de la región se asemeja a la de Europa y exhibe una diferencia en promedio de un año en comparación con el resto del mundo. En la medida en que esta tendencia se mantenga, la región cuenta con una oportunidad para extender los periodos de trabajo activo y redefinir la etapa de jubilación en las siguientes décadas.
Aunque las disparidades de longevidad entre países han ido disminuyendo con el tiempo, la longevidad difiere entre las personas debido a diferencias socioeconómicas. Los grupos de altos riesgos, con mejor educación o las mujeres exhiben esperanzas de vida sistemáticamente superiores al resto, lo que podría generar o ampliar las brechas de desigualdad en los sistemas de pensiones. Las diferencias por género en la esperanza de vida al nacer llegan a ser de hasta 7 años en promedio global y, si bien estas diferencias se acortan durante la vida, a los 60 años siguen siendo de entre 3 y 4 años. En algunos países, las diferencias según el nivel educativo pueden alcanzar los 15 años (hombres) y los 8,1 años (mujeres) a los 30 años. La heterogeneidad en la longevidad puede generar subsidios cruzados entre grupos de entre 20% y 50% del valor de la pensión.
La convergencia entre el régimen demográfico con bajas tasas de fecundidad y la creciente longevidad agudizará los retos de sostenibilidad financiera y social de los sistemas de pensiones en América Latina y el Caribe. El envejecimiento tensará las fuentes de financiamiento de las pensiones en la región. La menor tasa de fecundidad reduce la base contributiva de las pensiones de reparto y afecta al crecimiento del gasto esperado por cohorte de las pensiones no contributivas.
El envejecimiento genera un cambio en la composición de las bases fiscales al aumentar el peso relativo de los ingresos provenientes del factor capital frente a los ingresos del factor trabajo en un contexto donde las primeras son típicamente gravadas a tasas impositivas menores. También tiene un impacto en la tasa de crecimiento económico, dado que, para mantener dicha tasa en los niveles actuales, la menor contribución de la mano de obra debería ser sustituida por incrementos en la productividad, lo cual no ha venido ocurriendo en la región.
Debemos entender, que ningún sistema de pensiones es inmune a los efectos del aumento en la longevidad. Por el lado de los sistemas de reparto o pensiones no contributivas, al extender la duración media de los beneficios de las pensiones, se pone en riesgo la sostenibilidad financiera del sistema, especialmente por las altas tasas de reemplazo que ofrecen en la región. Y por el lado de los sistemas basados en el ahorro, conocidos como “de capitalización”, al aumentar el periodo medio que un mismo nivel de ahorro debe financiar, se compromete la suficiencia.
En América Latina y el Caribe, la tasa de reemplazo promedio de los sistemas de beneficio definido alcanza el 65% al jubilarse. Esta tasa es superior en 15 puntos porcentuales al promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Hay países que ofrecen más del 80% de tasa de reemplazo, como Ecuador, Paraguay y el sistema previo a la reforma de 1997 en México (aún vigente para las generaciones de transición). Sin embargo, la gran mayoría ofrece entre 50% y 80% de tasas de reemplazo, como Argentina y Bahamas; y los componentes de beneficio definido de los sistemas mixtos de Costa Rica, Colombia, Panamá y Uruguay.
Los sistemas de capitalización individual tienen coberturas poco profundas, lo que se refleja en bajas pensiones, con una tasa de reemplazo promedio del 40%
Arturo Rangel Bojorges Mendoza
Consejero Suplente ante el H. Consejo Técnico del IMSS.
Información obtenida del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 2023.